Héctor Jaime Treviño Villarreal

El Loco de Magüiras

Con unos cuantos libros sobre el brazo, caminaba nerviosamente por las calles del pequeño pueblo; de andar presuroso, siempre vestido con traje y su infaltable corbata.

 

La gente lo veía con un dejo de desdén y siempre movía a risa, es decir, pocos lo tomaban en serio, su problema, su gran problema era que hablaba demasiado, el adminículo verbal jamás descansaba, mover la lengua era su pasión.

Sin embargo, el problema era la falta de conexión con el cerebro, por lo que de su boca fluían imprecaciones, improperios, malas palabras… hablar mal de las personas, repetir hasta el cansancio mentiras e inventos sobre personas buenas, acabar con la reputación de todos aquellos quienes no lo alababan o celebraban sus gracejos y sobre todo, si no le tomaban la foto, o no aparecía en ella,  también si no lo mencionaban en un texto, presentación de un libro o en cualquier programa, ya fuera político, educativo o cultural.

Si, así era el Loco de Magüiras… en la tienda de la esquina, en la cantina, en la plaza, en el viejo mesón del pueblo o cuando iba a la capital del Estado, en todo lugar vomitaba su desdén, su rabia por no ser, su incapacidad, su castrante actitud ante la vida.

Día tras día, el Loco de Magüiras hacía de las suyas; en un principio algunos le creyeron, otros se divertían con sus “genialidades” hubo quienes lo tiraban a “lurias”; después se fue quedando solo y aun en aquella soledad no paraba de hablar.

Diarreica costumbre aquella, que se complicó cuando adquirió un teléfono, este aparatejo aumentó la amenaza para sus conocidos… a un vicio le agregó otro: el uso constante del teléfono, con el natural desagrado de quienes eran solicitados con tal servicio sin importar el día, ni la hora, donde daba muestra de su testarudez.

Así pasa su vida el Loco de Magüiras, cargando en el morral de su existencia todo el caudal de su inconformidad, de su rabia por no ser, su incompetencia en la vida, su ausencia total de aporte en lo positivo.

Hoy, el Loco de Magüiras deambula solo, completamente solo, vociferando no se qué cosas alrededor de la plaza del pueblo.

¡Pobre Loco de Magüiras!… tan solo, sin nada y sin nadie, qué profundo vacío… ¡Pobre Loco de Magüiras!


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