Profr. y Lic. Héctor Jaime Treviño Villarreal

Cólera porcino

Año movido en el aspecto político y social fue el de 1936, no tan sólo para el país, sino también para el estado de Nuevo León que se vio inmerso en una ola de agitación, donde los trabajadores exigían con toda justicia mejores condiciones de vida y los empresarios muy en su papel se negaban a otorgarlas.

Sabinas Hidalgo no estuvo exento de la confrontación de clases, situación que llegó a extremos desesperantes por ser tan pequeño el pueblo y donde todos prácticamente eran conocidos.

Para colmo, otras calamidades azotaban a la región, entre ellas la epidemia de cólera que afectó a los cerdos, por lo que las autoridades municipales se vieron en la necesidad de adoptar medidas urgentes para evitar el contagio de seres humanos.

El 23 de octubre de 1936, don Enrique Lozano Galván primer regidor en funciones de Presidente Municipal, junto con el Secretario del Ayuntamiento Efraín Alcorta Ruiz y el jefe de la Unidad Sanitaria Dr. Luis Martínez Loyola dictaron la siguiente disposición: “En vista del peligro de contaminación de la enfermedad de cólera  y otras de carácter también contagioso, que se vienen desarrollando con gran fuerza en los cerdos, se prohíbe estrictamente el sacrificio dentro o fuera de la población, aún para aquellos casos en que la carne se utilice para el consumo familiar, debiendo ocurrir sin pretexto, ni excusa alguna, al rastro, en donde será examinada la carne, en la inteligencia de que los que contravengan esta disposición, serán multados a juicio de la autoridad”.

Ante la amenaza de epidemia los matanceros sabinenses ocurrieron a sacrificar sus animales al rastro municipal, aprovechando la autoridad para hacer un listado de ellos para el cobro de la contribución correspondiente, aunque hubo algunos, pocos por cierto, que siguieron sacrificando cerdos en el patio de su casa, sin importarles los requerimientos hechos por el Dr. Loyola, quien cumplía a cabalidad su encargo en la administración municipal.


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