Don José P. Saldaña, Cronista de la ciudad de Monterrey en su libro ¿Y que hicimos? (Producciones Al Voleo-El Troquel, 1968), en la pagina 14, afirma: “A mediados de 1906, se extendió la noticia de que el gerente de la Compañía de Luz y Fuerza Motriz, había recibido un automóvil. Se desconocía como seria un vehiculo que pudiese caminar sin ser estirado por caballos o mulas”.
Luego describe como se hizo la exhibición del mismo en la esquina sureste de la Alameda. En la obra citada se asegura que fue el primer automóvil en Monterrey, sin embargo el Maestro Francisco J Montemayor en su magnífico libro Sabinas Hidalgo, en la Tradición, Leyenda, Historia, (Impresora Monterrey 1949), pagina 176, nos dice: ”En este mismo año –1904-, don Pablo de los Santos, trajo el primer automóvil al pueblo (se dice que el primero en Nuevo León) era un vehículo de ruedas muy grandes como de guayín; de marca francesa; causó el natural asombro del poblado”.
El periódico El Porvenir, en el año de 1931, publico un reportaje, sobre este suceso, que contiene dos fotografías; en los pies de grabado escribieron: “He aquí el primer automóvil que vino a Monterrey, allá por el año de 1904, o sea hace 27 años, atravesando la Cuesta de Mamulique”, en la otra foto:”Don Pablo de los Santos echándole gasolina al primer automóvil que con ojos atónitos vieron las tierras de Nuevo León”.
Hemos encontrado un testimonio, publicado en la antigua revista El Automóvil en México lamentablemente sin fecha, incluye dos fotografías diferentes a las anteriores.
“Hace poco salieron de Monterrey, N. L. en un automóvil “Reliable Dayton” cuatro excursionistas, los únicos hasta la fecha que han hecho el camino de esta a Sabinas Hidalgo, pueblo situado a unas cuarenta leguas al norte de Monterrey, y conocido como uno de los mas fértiles y progresistas del Estado.
No tendría nada de particular esta excursión, si el recorrido se hubiese hecho dando la vuelta por Villaldama, en donde se encuentra un camino regular y en muchos sitios hasta bueno, pero sí es notable el que mencionamos porque dichos excursionistas emprendieron travesía por el antiguo camino abandonado desde la construcción del Ferrocarril de Laredo, y por consiguiente tuvieron que atravesar, además de numerosos arroyos y pedregales, la cuesta de Mamuliqui famosa por el declive que tiene, su mal paso y los numerosos bancos que hay que pasar antes de llegar abajo, con temor a cada instante de dejar la maquina hecha pedazos, pues de estos hay algunos que alcanzan la altura de 75 centímetros teniendo a un lado un barranco de mas de 600 metros de profundidad y encontrando la mitad aproximada de la bajada, es decir, a unos 300 metros, una curva que además de estar sobre el voladero, es insuficiente ancha para voltear el automóvil, lo que no deja de ser un peligro regular para el que pierda la cabeza encima del voladero, pues se sabe ya que más de un carruaje y animales han sido precipitados en el abismo por estos lugares.
El camino de Monterrey a la Hacienda de Mamuliqui, propiedad de los Sres. Cárdenas, siendo uno de ellos tripulante del carro, es de unas dieciséis leguas, siendo este en lo general regular, haciendo un lado tres pasos malos, por los numerosos hoyancos, arenales y pedregales, que se encuentran, pero en tramos chicos.
Saliendo de esta hacienda, es necesario internarse en los potreros de la misma y subir constantemente y cada vez más pronunciada dicha cuesta, durante una cinco o seis leguas hasta llegar a la cumbre de ella.
Este camino, teniendo tramos buenos y otros llenos de baches, pedruscos y quebraduras “la mayoría”, ofrece a la vista del viajero un panorama variadísimo, pues este corre por entre bosques de palmeras y huizaches que ofrecen atractivos sin fin, llegando a la cima de donde se domina un valle anchísimo rodeado de compactas y altas montañas, que forman un cuadro verdaderamente maravilloso.
Ya en la cumbre de la Cuesta de Mamuliqui, empieza entonces la bajada por el otro lado del cerro, mucho más peligrosa que la subida, bajada de unos 800 metros aproximadamente, peligrosa por el declive y los numerosos obstáculos que en ella se encuentran.
Una vez al pie de ésta, tiene el viajero que pasar todavía unas cuatro leguas por lo menos por un camino (así lo llaman por favoritismo) sembrado de quebraduras, subidas y bajadas, arroyos y pedruscos, en donde con seguridad un coche de ruedas neumáticas dejaría no menos de una docena de llantas, hasta llegar al punto llamado La Bandera, punto deliciosísimo, pues por este lado se domina otro gran valle en donde el trabajo del hombre no pasa desapercibido, por donde quiera que uno mire sólo se ven sembradíos y plantaciones varias, explotando la riqueza de estas tierras.
El camino desde este punto a Sabinas Hidalgo es regular en ciertos puntos y de lo mejor en su mayoría, disfrutando siempre de un panorama variadísimo, del cual no tuvimos esta dicha, por caer durante todo este trayecto una fuerte tempestad de agua que apenas nos dejaba avanzar, haciendo casi intransitable el camino y más en los lugares arenosos abundantes por aquellos rumbos, y en donde el carro con trabajos pasaba, por patinar las ruedas en los charcos que formaba dicha agua, siendo en estos ratos de penalidades, nuestro astro Sol reemplazado por dos miserables linternas de petróleo y el reflejo de fuertes relámpagos, que se desprendían sin compasión por encima de nuestras cabezas.
Durante todo el viaje no tuvimos que lamentar otro accidente, sino la falta de gasolina que se tiraba en el camino, porque a la salida no fue bien cerrada una llave de vacío y regamos gasolina durante todo el trayecto hasta Mamuliqui y después el de una mojada causada por el fuerte aguacero, que nos hacía patinar en ciertos lugares no muy agradables, dando por resultado el aconsejar a los señores choferes que en tiempo de aguas no dejen de usar antiderrapantes, o en su defecto cuerdas sólidas que aseguren una buena adhesión de las ruedas en el piso.
Fue esta la primera vez que un auto de esta marca había hecho una excursión tal como ésta, y el automóvil, después de haber sido sometido a tal prueba, no regresó a Monterrey, puesto que Don Pablo de los Santos, alcalde de Sabinas Hidalgo, que fue también de la expedición, quedó tan satisfecho de su solidez, así como de su buena marcha, que compró el vehiculo”
Con esta interesante crónica la conclusión a que llegamos es obvia: en Sabinas Hidalgo circuló el primer automóvil que hubo en Nuevo León y Don Pablo de los Santos, Don Francisco Cárdenas, el reportero de la Revista y los dos choferes fueron los primeros en cubrir en automóvil la distancia que hay de Monterrey a Sabinas Hidalgo.