Eran otros tiempos, pero las manías políticas habían sentado sus reales, corría el año de 1925 y gobernaba el Estado el Gral. Porfirio González; la parte final de su inconcluso mandato fue un caos: el control de los asuntos políticos salió de sus manos, los opositores se dieron gusto en la prensa y la radio, enderezando toda clase de críticas hacia su persona y colaboradores.
El ambiente en el Palacio de Cantera Rosa se volvió tenso y no era para menos, habían salido a la luz pública corruptelas, desfalcos, tráfico de influencias, abusos de poder, distracción de fondos públicos, en fin, la debacle total.
Donde más se notó la inmoralidad en el manejo de los fondos públicos fue en Agua y Drenaje de Monterrey, pues al investigarse los negocios ilícitos, se encontró que desde hacía tiempo se venían cometiendo fraudes y robo de materiales.
El colmo de los males llegó en la época de las elecciones, donde trató de imponer en el Congreso Local a sus partidarios, pero se topó con la resuelta y firme actitud de los opositores, que defendieron a capa y espada su triunfo electoral e instalaron su propio Congreso en la calle Zaragoza, precisamente en el número 2127, en la llamada Casa de los Espantos, de la Ciudad de Nuestra Señora de Monterrey.
El 11 de septiembre de 1925, los diputados locales amigos del gobernador, sesionaron en el recinto del Congreso ubicado en el propio Palacio de Gobierno, mientras que los diputados independientes hacían lo propio en la Casa antes mencionada. La cosa se puso color de hormiga pues la opinión pública se volcó contra el mandatario.
En todas las jornadas legislativas, los diputados independientes señalaron con fuertes imprecaciones los abusos de poder del gobernador Porfirio G. González, lo acusaron de violentar las elecciones, utilizando la fuerza pública para amedrentar a los votantes, violando las garantías constitucionales.
En una de las sesiones se propuso y aprobó protestar por la agresión en contra del diputado Alfredo Garza Nieto, así como por el brutal asesinato del diputado sabinense Antonio Solís Guadiana el 2 de marzo de ese año, a las puertas del hotel Bridges, en la calle Colón; los diputados permanecieron de pie y guardaron un minuto de silencio.
Los legisladores gobiernistas tomaron sus providencias y se posesionaron de los corredores superiores del Palacio de Gobierno, ayudados por sus guardaespaldas, perfectamente armados, para proteger al Gobernador, en caso de que los independientes trataran de apoderarse de la oficina del mandatario, pues ya habían tomado a punta de pistola el recinto legislativo.
Para ese momento, la Suprema Corte de Justicia y el Presidente de la República, Plutarco Elías Calles, habían otorgado su reconocimiento a los diputados independientes, con gran enojo de los porfiristas, quienes lanzaron la acusación de una nueva intromisión de los poderes federales en los asuntos políticos de Nuevo León.
Se aprobó el desafuero del Gobernador Porfirio G. González, haciéndose un silencio absoluto en el Congreso, roto por la voz sonora del diputado sabinense Ambrosio Solís Guadiana, quién dijo que el Estado necesita un Gobernador y por lo tanto la asamblea debía designar a la persona adecuada.
El diputado Alfonso Lazcano propuso a Gerónimo Siller, hombre de altas virtudes cívicas, como Gobernador Interino, aprobándose por unanimidad y resolvieron instalarlo en su oficina.
Los ahora ya reconocidos diputados, acompañados por un fuerte contingente del pueblo, subieron las escaleras del Palacio de Gobierno, encabezados por el diputado Ambrosio Solís, quién con pistola en mano, arengaba a sus seguidores; los guardias de Porfirio G. González repelieron a balazos la agresión, pero fueron materialmente barridos por los contrarios; en la trifulca resultaron tres muertos y ocho heridos que se cargaron también a las acusaciones contra González.
La calma volvió a Nuevo León, el gobernador Siller hizo su primera declaración del siguiente tenor: “El estado de Nuevo León merece que se le gobierne bien y naturalmente oír a la prensa que dice las verdades y pone a cada santo en su altar y a cada demonio en su infierno, este es el primer paso para administrar bien”.
Interesante lección de historia política, son estos hechos: dos legislaturas funcionando, intervención de los poderes federales, oposición a prácticas electorales inconvenientes, caciquismo y revanchismo político y otros factores que merecen análisis más profundo.
Se acabaron los tiempos de pistola y carabinas en la política local, hoy, los tiempos han cambiado, nuestros diputados locales se lanzan dardos envenenados solo con el poder de la lengua, para luego reconciliarse; tenemos suma confianza en que ya no se repitan aquellas historias cuyo colofón era que: los bienes se cuidan mal y los males se hacen bien.
Importante hacer notar la participación de un hijo de Sabinas Hidalgo: Don Ambrosio Solís Guadiana, a quien conocimos, ya pasados muchos años en su tendajo de la esquina sureste del cruce de las calles de Escobedo y Porfirio Díaz; quien diría que aquel huracán de ímpetu rebelde, con las huellas bien marcadas del asesinato de su hermano, iba dar paso al apacible y sereno ciudadano de la década de los 60’s del siglo XX, sin dejar de participar con sus ideas en la política con el famoso grupo de “Las Víboras” que se reunían en el jacal de Pascualito, construcción señera de nuestro Sabinas Hidalgo, a punto de caer por el abandono.