Profr. Héctor Jaime Treviño Villarreal

Grandísima avenida por el río…

¡Lluvia, lluvia! Claman los sabinenses tras soportar los calorones de los meses de  mayo, junio, julio y agosto de cada año;  en ocasiones se habla en el pueblo de hacer una peregrinación en rogativa por la lluvia y hasta traer a la milagrosa efigie del Señor de Tlaxcala de la iglesia de San Miguel de Bustamante, N. L.

Graves períodos de sequía hemos tenido a través de la historia en dichos meses, que luego se tornan en fuertes aguaceros en agosto, como el sucedido en 1895, relatado por el alcalde don Cristóbal Enríquez y el secretario del ayuntamiento José Garay, en memorial enviado al gobernador del Estado.

El texto es el siguiente: “Tengo la honra de comunicar a usted para el Superior conocimiento del C. Gobernador, que hoy a las siete de la mañana se vio seriamente amenazada esta Villa, de una inundación que, afortunadamente pudo evitarse, tanto por el auxilio de la prisión, auxiliares y vecinos, en la activa reparación del dique por donde empezaba a desbordarse el río, cuanto, por que las abundantes aguas de éste, empezaron en esos momentos a bajar.

Para mejor expresar los acontecimientos que pusieron en justa alarma a la población, tengo la pena de referirlos desde su principio.

El día de ayer como a la una de la mañana se dejó sentir una ligera lluvia, acompañada de un viento del norte, mas o menos fuerte, pero que no era de temer que causara, ni la una, ni el otro, graves perjuicios.  Todo el día pasó sin que la mansa llovizna se suspendiera, sino por ligeros intervalos, y esto no obstante, parecía como que el terreno apenas se había medianamente empapado, por la fuerte resequedad en que lo había puesto la sequía.

A las nueve de la noche de ayer mismo, se desató un fuerte aguacero que duró, sin suspenderse un instante, hasta las doce, y aunque eran de temerse sus consecuencias, no produjo alarma alguna en la población, por razón de estar todos sus habitantes entregados al sueño, o no creerse amenazados en manera alguna.

Pero, hoy en la mañana habiéndose observado que la avenida por el río, era grandísima y que tendía a subir rápidamente, se temió que desbordaría sobre su dique que para  reparar las inundaciones, se construyó hace tiempo en la parte occidental de esta Villa.

En efecto, como a las siete de la mañana de hoy se me comunicó que el agua del río había desbordado sobre el dique y previendo fatales consecuencias, ordené hacer pública aquella fatal desgracia, para que todas las familias traspasando la calle de La Calzada, (Calle de Piedra, hoy Ave. Niños Héroes) que es por la que correrían las aguas del río, se pusieran a salvo, sobre la parte norte y alta de la población, sin descuidar por otra parte, impedir como me fuera posible los desastres del fuerte elemento.

Ordené que la prisión, los auxiliares y los vecinos que pudieran recogerse, pasaran al lugar del dique y a mi propia presencia empezaron los trabajos de reparación, lo cual se logró felizmente, algunas horas después, debido más bien, a que la avenida empezó a bajarse.

Con este motivo cesó la alarma y el pueblo volvió a quedar en el mejor orden; resintiéndose solamente algunas pérdidas en las fincas que se derrumbaron, sin causar desgracias personales, y en los intereses del campo que por ahora no se conocen.

Tales son los acontecimientos de sensación ocurridos en esta Villa el día de hoy.  Libertad y Constitución.  Sabinas Hidalgo.  Agosto 31 de 1895. Cristóbal Enríquez. José Garay”.

El río Sabinas cuyo cauce permanece seco la mayor parte del tiempo, despierta de vez en cuando y embravecido amenaza a la población; no se debe descuidar su arreglo, su limpieza, permitir, como se hacía antes, que las personas y empresas saquen materiales como arena, piedra bola y cascajo, previo permiso de la autoridad, para controlar los depósitos de materiales y los rellenos aluviales que elevan el nivel del cauce y en cierto momento pueden causar que las aguas se desborden

El río Sabinas, aun dormido, forma parte de la vida cotidiana de los sabinenses, hay que quererlo, respetarlo y guardarle las consideraciones debidas.


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