Profr. y Lic. Héctor Jaime Treviño Villarreal

Mano feliz que da presencia a un sueño…

Permítanme la venia de iniciar este escrito con unos cuantos versos del profundo poeta cubano José Ángel Buesa, en sus Lamentaciones de Proteo, que en ellos identifico al periodista:

Es hermoso encender hogueras en las noches oscuras, y es inquietante, desenterrar una raíz y ver volar gaviotas, pero averiguar cuerdamente la razón inicial de nuestras locuras es como entrar descalzos en un cuarto oscuro lleno de botellas rotas.

Con las raíces del pasado se nutre el árbol del presente, y el error en un buen comienzo de las cosas bien hechas.

Así la vida más desoladora puede iluminarse inesperadamente, y una sonrisa imperturbable es la mejor coraza contra las flechas.

Honrar a compañeros que han destacado en la dura profesión de periodista por su inteligencia, capacidad, dinamismo, persistencia constancia e iniciativa, es hacer honor al periodismo nuevoleonés en una sinergia interesante que debemos practicar más a menudo.

Este digno homenaje a los artífices de la pluma, a los adoradores –ya casi en extinción- de la máquina de escribir, a los hoy subyugados por la tecnología con las computadoras, correos electrónicos y otras minucias de esta especie, que hacen más fascinante el campo del periodismo, es un deber ineludible de quienes hemos andado en las trincheras de la palabra escrita o a través de la radio, televisión e Internet.

En la multitud de pensamientos que con sobrada emoción se agolpan en nuestro cerebro, nos remontamos hasta el hombre, considerado como el primer periodista mexicano Juan Ignacio María de Castoreña Ursúa y Goyense quien nació en Zacatecas, Zac. el 31 de de julio de 1668, editor y propulsor del primer periódico mexicano y latinoamericano: “LA GACETA DE MEXICO” en 1722, si bien, seis años atrás hubo balbuceos periodísticos, se considera el “primero porque al carácter noticioso del impreso, se le agregó la periodicidad fija, ya que se publico mensualmente”.

Como no recordar a José Antonio Alzate, a quién “le debemos los primeros intentos serios para dar vida al periodismo literario” publicando el DIARIO LITERARIO (marzo a mayo de 1768); o al médico y químico José Ignacio de Bartolache, iniciador del periodismo mexicano enfocado a la divulgación de las ciencias con la edición del MERCURIO VOLANTE, periódico dedicado a la física, química y medicina.

Hablar sobre el diario desde su aparición en el mundo y México, sería prolijo, acotamos solamente que el primer diario capaz de subsistir empezó en Inglaterra en 1702; en París los hubo en 1777. En Estados Unidos en 1784 y el 1° de octubre de 1805, aparece el primer número del DIARIO DE MÉXICO, considerándose como los primeros diaristas mexicanos al abogado, patriota e historiador Carlos María de Bustamante y su compañero en esa empresa Jacobo de Villaurrutia.

La historia del periodismo en Nuevo León es un filón rico y abundante, comienza en 1826, con la creación de LA GACETA CONSTITUCIONAL, hasta llegar a los grandes diarios de la actualidad; urgen más estudios sobre esta noble actividad en el solar nuevoleonés. Pero eso es historia, el presente está aquí, y no quiero llevarlos por las disquisiciones del pasado del periodismo nuevoleonés, sin embargo, no resisto la tentación de recordar las normas de conducta a que debe todo periodista para cumplir su función social:

  1. Respeto absoluto a la verdad.
  2. Usar el humorismo de buena ley, sin confundir la sátira con el escarnio y la grosería
  3. Incorruptibilidad. El periodista Manuel Bianchi dice con mucho tino a este respecto, que el periodista “como la mujer de César, no sólo debe ser incorruptible, sino que también debe parecerlo. La menor sombra o sospecha priva al periodista de su autoridad moral para ejercer su rol. Y debe también la ética de estar ajustada a la forma periodística, evitando la prodigalidad en los adjetivos y superlativos, que debieran usarse con la misma medida que la sal y la pimienta en el aderezo de las viandas”.
  4. Imprimir un sentido edificante y educativo a los comentarios sobre delitos.
  5. Suprimir todo aviso e información que signifique engaño a la buena fe de los lectores.
  6. Defender siempre las causas justas y apoyar toda idea o campaña que tenga un sentido social o humanitario.

Tampoco quiero dejar de anotar las reglas básicas para llegar a ser un buen periodista, formuladas por Henry Justin Smith, quien fuera director del diario Chicago Daily News:

  1. Vocación y enorme entusiasmo. Entender el periodismo como la profesión más estupenda, más emocionante y más intensa que puede haber.
  2. Actividad enorme. Trabajo intenso y desempeñado con alegría y optimismo.
  3. Escribir siempre, a toda hora y lo que sea, aun cuando no esté destinado a publicarse. Entrenarse así acumulando facilidad y vocabulario amplio.
  4. Observar y estudiar a los que saben y quieren escribir y escriben. Aprender por emulación y observación.
  5. Leer mucho, pero leer lo que estimula el pensamiento y aumenta el conocimiento, no escritos mediocres e intrascendentes.

Y Moisés Ochoa Campos nos dice en su Reseña Histórica del Periodismo Mexicano, lo siguiente:

“El buen periodista debe captar todos los sucesos hasta en sus más mínimos detalles, para informar a sus lectores, analizando para los demás, escuchando para los demás y viendo para los demás.

Por esto, el buen periodista no puede ser un hombre egoísta, porque el periodismo es en sí una práctica de servicio colectivo y una actividad social”.

La Universidad Autónoma de Nuevo León, nuestra Alma Mater, ha sido semillero de periodistas de fuste, combativos, brillantes; cuántos y cuántas se forjaron en las lides estudiantiles, en los periódicos de escuelas, facultades, sociedades de alumnos y comités de lucha, en la trinchera de la rebeldía juvenil o en el remanso del oasis cultural.

Pero sobresale una figura, uno de los más grandes periodistas de Nuevo León, de México y de América, el Lic. Héctor González González, quien fuera el primer rector de nuestra Universidad.

Miles de sesudos y profundos artículos se encuentran dispersos en viejos periódicos y no menos antañonas revistas; Héctor González es guía, paradigma y ejemplo de pundonor, valor y coraje periodístico es un humanista en todo el sentido de la palabra.

En un personaje de considerable valor en la cultura nuevoleonesa: maestro, abogado, periodista, literato, notario público, primer rector de la Universidad de Nuevo León, en fin toda una vida al servicio de la comunidad.

Héctor González González nació en Monterrey, N. L. el 27 de diciembre de 1882; sus estudios primarios los cursó en Cadereyta Jiménez, N. L. donde residían sus padres, pasó luego al Colegio Civil concluyendo sus estudios de abogacía en la escuela de Jurisprudencia en el año de 1905.

Sus inquietudes por la literatura y el periodismo lo llevaron a afiliarse a la “Sociedad Científica y Literaria José Eleuterio González” y a la “Sociedad Renacimiento” donde convivió con destacados personajes de las letras y el periodismo nuevoleonés como Felipe Guerra Castro, Nemesio García Naranjo, Fortunato Lozano, Oswaldo Sánchez y muchos más.

Participó activamente en el movimiento opositor al gobernador Gral. Bernardo Reyes en abril de 1903, junto con sus compañeros de Leyes.

Los periódicos El Pobre Balbuena, Canta Claro, El Noticioso, Zig Zag, La Opinión, etc. fueron recipiendarios de su prosa clara y pulida, dejando una buena cantidad de artículos que merecen recopilarse; asimismo, colaboró con el Prof. Pablo Livas en el periódico de difusión pedagógica La Escuela Nuevoleonesa, donde hemos encontrado aportaciones valiosas que nos muestran su vocación magisterial.

Por situaciones de índole política tuvo que salir de la ciudad y se fue a Nueva Orleáns, San Antonio, Tex. y finalmente radicó en Mexicali, B. C. en donde fue a colaborar con el coronel linarense Esteban Cantú Jiménez, gobernador de Baja California y con el también nuevoleonés Lic. José F. Guajardo el famoso “Licenciado Dinamita”; su actividad quedó manifiesta de inmediato, pues fue juez, regidor, vicepresidente municipal, líder, creador de asociaciones  políticas y otras tareas de índole comunitaria.

Las inclinaciones periodísticas lo llevaron a fundar el periódico La Vanguardia, primero en ser publicado en español en la península de Baja California; editó también El Monitor.

En 1920, se encontró de nuevo en Monterrey y de inmediato se introdujo al mundo de la política, arte que también le apasionaba; colaboró con la administración del gobernador Juan M. García y fue candidato a senador suplente en la fórmula electoral que completaba el Lic. y Gral. Antonio I. Villarreal, ganando las elecciones, pero Álvaro Obregón no les reconoció el triunfo.

Emigró luego a Tamaulipas y con su amigo el Lic. Emilio Portes Gil participó en las lides políticas tamaulipecas; fue magistrado del Tribunal de Justicia en dicho Estado, pero antes en un rápido retorno a Monterrey dirigió el periódico El Sol.

En 1926, regresó definitivamente a Monterrey e impartió clases de Literatura en el Colegio Civil y de Economía en la Escuela de Leyes; en 1933, formó parte de la Comisión Organizadora de la Universidad de Nuevo León y de ese año a 1935, fue rector de dicha Casa de Estudios.

En 1943, junto con Don José P. Saldaña, el Lic. Santiago Roel Melo y don Carlos Pérez Maldonado formó parte de la comisión que proyectó y formuló el Escudo del Estado de Nuevo León.

Entre sus libros destacan: Estudios Literarios (1911), El Cuervo (1920), El Negrito Poeta Mexicano (1918), Curso Breve de Literatura (19279, Historia General de la Literatura (1948) y la obra clásica de la historiografía nuevoleonesa, fuente de consulta para quienes deseen conocer la historia de la cultura y el periodismo nuevoleonés: Siglo y Medio de Cultura Nuevoleonesa.

Partió de este terrenal mundo el 2 de agosto de 1948.

Los periodistas, los universitarios debemos rendir un merecido homenaje a este hombre polifacético, gran periodista y primer rector de nuestra Universidad.


Posted

in

by

Tags: